martes, noviembre 28, 2006
Rockeando por tol mundo (Rockin' all over the world)
When a man is tired of London, he is tired of life; for there is in London all that life can afford
Esta frase tan bonica la dijo Samuel Johnson, y la podemos traducir como "Cuando un hombre se aburre en Londres, está aburrido de vivir, porque en Londres está todo lo que la vida puede ofrecer". Todo un filósofo, Mister Samuel. Y la verdad es que cada vez que voy a Londres estoy más de acuerdo con él. Bueno, la verdad es que sólo he estado dos veces, pero eso no quita que la anterior afirmacion sea cierta!
Mi segunda venida a Londres ha sido este fin de semana, aprovechando que venían dos amigos de Madrid. Y así nos camuflamos entre el tumulto de turistas españoles que siempre hay en Londres. Como uno de mis amigos es aún más Maiden Friki que yo, incorporamos al recorrido habitual de Palacio de Buckingham, Big Ben, Trafalgar Square, una visita por el barrio natal de Iron Maiden, el East End. Allí, demostrando nuestro cociente intelectual digno de un hamster o de una zarigüeya, fuimos a hacernos fotos al estadio del West Ham, el equipo de futbol de Steve Harris. Aqui se nos puede ver haciendo el gilipollas con gesto de felicidad:
Ya que estábamos, nos acercamos al legendario Ruskin Arms, el pub que vio dar sus primero pasitos y crecer a la Doncella de Hierro. Allí nos tomamos unas cervezas a la salud del rocanró! Adjunto documento gráfico para fardar ante los posibles (y previsiblemente poquísimos!)maidenfrikis q pasen por aquí.
Aparte de nuestra peregrinación por Santos Lugares Maideniles, tambien nos dedicamos a cosas más profanas como pasear por Westminster, subirnos en The Eye (la famosa noria panorámica de Londres), ir al Museo de Cera, presentarle nuestros respetos a la reina Isabel II en Buckingham Palace, visitar a Sherlock Holmes en el 221b de Baker Street y irnos de compras por Camden Town.
Estoy subiendo las fotos a la galería, podéis visitarla AQUI.
Hay pocas fotos porque, entre otras cosas, me cargué la mitad de fotos del viaje. Si tuviese dos guantes de boxeo en vez de manos, no sería tan torpe. Pero prometo subir el resto de fotos que tengo por aquí próximamente. Además, queda pendiente otra tercera visita a Londres, para ver a Maiden en su fin de gira y para ver Spam-a-lot, el musical de los Monty Python basado en Los caballeros de la tabla cuadrada. Friki que es uno!
Por cierto!! Os he traido un regalo de Camden:
Traduzco el texto de la camiseta: "Mi amigo fue a Camden Town, y solo me trajo esta camiseta, en vez del merchandising de los Ramones, los narcóticos de baja calidad y los miles de maleducados turistas españoles que le encargué claramente". Humor británico.
Por cierto, ayer fue el concierto de los "yayos" Status Quo. ¡Como rockean! Para no extenderme mucho, cayeron todos los clásicos: Caroline, Down Down, What you're proposing, Roll over lay down, Burning bridges, Something ´bout you baby y por supuesto, Gerdundula, Whathever you want y Rockin' all over the world. Me sorprendió mucho ver a mucho señor de 50 y tantos (o 60 y tantos!) y mucho padre con sus hijos. Lo que demuestra que el rock and roll no tiene edad... Al menos en UK.
jueves, noviembre 16, 2006
Viendo mundo
Antes de empezar con la entrada de hoy, vamos con una dosis de información institucional:
Y ahora sí, seguimos con la entrada del día!
"¡Enrolaos en la Legión!", decían
"¡Veréis mundo!", decían
Pero como a mi la legión me pillaba ya un poco mayor, pues aprovecho mis días libres en Preston para ver los sitios interesantes que hay por aquí cerca.
Mi tutor británico, el ínclito John Walton me había recomendado varias veces que visitar Blackpool, según él, el primer complejo turístico costero popular, donde los honrados currantes británicos pasaban sus vacaciones a primeros del siglo XX. Según él, es un interesante ejemplo para estudiar la Historia del Ocio en el siglo pasado. Pero por esa concepción de "sitio interesante" es algo que no comparten el resto de ingleses que conozco, que le han dedicado adjetivos tan majos como "hortera", "horrible", o según una amiga afincada en Londres, "la versión de garrafón de las Vegas".
Pero como soy más aguerrido y lanzado que una expedición normanda, allá que me fui con mi cámara de fotos, con la que hice las "retratauras" que inauguran mi galería en Flickr: pulse usted aquí.
Es un sitio curioso, desde luego ni tan horrible como algunos me lo habían pintado, pero tampoco entiendo que quieran hacerlo "patrimonio de la humanidad". ¿Datos curiosos del sitio? Alguno hay que mencionar:
- Es el principal destino para despedidas de soltero en Gran Bretaña. Me crucé de hecho con un par de grupos de británicos borrachos como piojos.
- Blackpool tiene más plazas hoteleras que todo Portugal.
- Es el lugar donde se formó Jethro Tull. Al parecer, Ian Anderson se mudó a los seis añitos a Blackpool desde su Escocia natal.
En esta época del año, cuando cae la noche, iluminan los 11 kilómetros de su paseo marítimo con lo que ellos llaman "el mayor espectáculo gratuito del mundo", que no dejan de ser luces como las navideñas dando una imagen bastante hortera. No hay fotos de eso no porque lo haya censurado, sino porque se me acabó la batería de la cámara. Aguerrido sí, previsor, no.
POr cierto que el viaje a Blackpool me sirvió para agenciarme una entradita para ver a unas jóvenes promesas del rock británico:
Status Quo, que tocan el 27 de noviembre en el teatro de la Opera de Blackpool. Ya os contaré qué tal la experiencia "paleontológica". Cuando le conté a mi compañero de piso que iba a ir a verles, se tronchó de risa y me dijo que en la principal emisora de Gran Bretaña, Radio 1, no les pinchaban porque eran demasiado viejos. ¿Leyenda? ¿Verdad? No se, tampoco voy a comprobarlo. He encontrado una radio digital, Planet Rock, que pinchan Rock clásico bastante majo. Se puede sintonizar por internet, así que si queréis echarle un vistazo, ya sabéis. Alice Cooper hace un programa a partir de las 7 de la mañana (hora española!)
El fanzine de un amigo mío (Rantifuso se llama el cómic, que no mi amigo) ha sido nominado como mejor fanzine en los premios del salón del cómic de Madrid. Así que me extorsiona a que promocione su fanzine, o mejor dicho, que haga proselitismo para que le votéis en:
http://www.amigosdelcomic.com/contenidos/expocomic/expocomic_premios.htm
Rellenad con nombre y mail y votad lo que os apetezca....( no dejéis muchas casillas en blanco que si no no vale... )
PERO EN LA CATEGORÍA DE MEJOR FANZINE NO OLVIDÉIS SELECCIONAR RANTIFUSO!!!!
No os cuesta nada, y así de paso, le hacéis feliz al pobre...
Y ahora sí, seguimos con la entrada del día!
"¡Enrolaos en la Legión!", decían
"¡Veréis mundo!", decían
Pero como a mi la legión me pillaba ya un poco mayor, pues aprovecho mis días libres en Preston para ver los sitios interesantes que hay por aquí cerca.
Mi tutor británico, el ínclito John Walton me había recomendado varias veces que visitar Blackpool, según él, el primer complejo turístico costero popular, donde los honrados currantes británicos pasaban sus vacaciones a primeros del siglo XX. Según él, es un interesante ejemplo para estudiar la Historia del Ocio en el siglo pasado. Pero por esa concepción de "sitio interesante" es algo que no comparten el resto de ingleses que conozco, que le han dedicado adjetivos tan majos como "hortera", "horrible", o según una amiga afincada en Londres, "la versión de garrafón de las Vegas".
Pero como soy más aguerrido y lanzado que una expedición normanda, allá que me fui con mi cámara de fotos, con la que hice las "retratauras" que inauguran mi galería en Flickr: pulse usted aquí.
Es un sitio curioso, desde luego ni tan horrible como algunos me lo habían pintado, pero tampoco entiendo que quieran hacerlo "patrimonio de la humanidad". ¿Datos curiosos del sitio? Alguno hay que mencionar:
- Es el principal destino para despedidas de soltero en Gran Bretaña. Me crucé de hecho con un par de grupos de británicos borrachos como piojos.
- Blackpool tiene más plazas hoteleras que todo Portugal.
- Es el lugar donde se formó Jethro Tull. Al parecer, Ian Anderson se mudó a los seis añitos a Blackpool desde su Escocia natal.
En esta época del año, cuando cae la noche, iluminan los 11 kilómetros de su paseo marítimo con lo que ellos llaman "el mayor espectáculo gratuito del mundo", que no dejan de ser luces como las navideñas dando una imagen bastante hortera. No hay fotos de eso no porque lo haya censurado, sino porque se me acabó la batería de la cámara. Aguerrido sí, previsor, no.
POr cierto que el viaje a Blackpool me sirvió para agenciarme una entradita para ver a unas jóvenes promesas del rock británico:
Status Quo, que tocan el 27 de noviembre en el teatro de la Opera de Blackpool. Ya os contaré qué tal la experiencia "paleontológica". Cuando le conté a mi compañero de piso que iba a ir a verles, se tronchó de risa y me dijo que en la principal emisora de Gran Bretaña, Radio 1, no les pinchaban porque eran demasiado viejos. ¿Leyenda? ¿Verdad? No se, tampoco voy a comprobarlo. He encontrado una radio digital, Planet Rock, que pinchan Rock clásico bastante majo. Se puede sintonizar por internet, así que si queréis echarle un vistazo, ya sabéis. Alice Cooper hace un programa a partir de las 7 de la mañana (hora española!)
jueves, noviembre 02, 2006
Odio la noche de brujas
Hace un par de noches fue Halloween, ya sabéis, esa festividad de origen celta que Hollywood ha exportado por doquier y que ha inspirado cosas como Helloween, Pesadilla antes de Navidad y los episodios de “La casa árbol del terror” de los Simpsons. Así que por narices algo bueno tiene que tener. Digo yo
Y aquí estaba yo, en la tierra que parió esta bonita tradición que tanto agradecen los guionistas de Hollywood a la hora de ambientar pelis de miedo. Aunque más que temer a algún psicópata enmascarado, yo estaba realmente asustado por unas de las criaturas más crueles del planeta. Seres que me hacen temblar de temor con solo oír su nombre. Y no, no hablo de zombies, ni de vampiros, ni brujas, ni del hombre del saco, ni del trío los panchos (Acebes, Zaplana y Aznar). Hablo de los niños.
Sí, niños, seres sin piedad que en la noche de brujas salen camuflados de seres más inocentes (como Drácula o Frankenstein) a extorsionar a la vecindad a cambio de caramelos y dulces. Y ahí estaba yo, solo en casa, mientras mi compañero (he descubierto que es de sangre brasileña y no india, como creía yo) jugaba un partido de fútbol. Antes de marcharse me advirtió de que abriese la puerta a los críos que viniesen a por caramelos al grito de “trick or treat”. Confieso que mi idea era encerrarme en mi habitación y que a los niños les diesen viento fresco, que el clima de Preston es de lo más apetecible en esta época del año. Pero mi compañero, que debió leer mi mente, me recomendó que abriese la puerta, porque si no, los niños tiraban huevos a la casa. Ahí, desarrollando el hooliganismo desde la más tierna infancia.
Pero en fin, no fue tan terrible. El recuento fue más o menos así
HARRY POTTER:
1 piruleta y el equivalente británico a un sugus
FREDDY KRUEGER:
2 caramelos
EL ASESINO DE SCREAM:
1 piruleta y el equivalente británico a un sugus
Antes de que me llaméis roñoso, aclaro que yo les ofrecía a los críos la bandeja de los dulces y ellos cogían lo que les daba la gana. Por mi como si me desvalijaban de chuches y se agarraban el empacho de su (aún corta) vida. Pero se ve que o no les gustaba nuestra selección de caramelos, o les vigilaban para que no se sobrasen (a Freddy Krueger le acompañaba su señora madre, por ejemplo).
A mi compañero de piso le sorprendió que sólo viniesen tres críos en toda la tarde, porque decía que estaba la calle llena de ellos. Supongo que mi disfraz de psicópata les asustó lo bastante como para que no se atreviesen a llamar a mi puerta. No hace falta que recuerde a Miércoles Adams y su acertado comentario de que “visten como todo el mundo”.
La verdad es que aquí se toman Halloween muy en serio. Las tiendas llevan mes y pico vendiendo disfraces y complementos “terroríficos”. Todos los pubs anunciaban fiestas especiales. Y la tele estaba llena de especiales. Me impactó un programa en el que llevaban a gente a una casa –supuestamente- encantada. Los pobres tipos encerrados en la casa las pasaban canutas experimentando “presencias extrañas” y viendo cosas. Y la gente mandaba SMS para decir lo que veían. Vamos, como con Salsa Rosa, pero diciendo “creo que hay la cara de un niño” en vez de “Yola eres una vorde de mierda. Antonio, tq. Rabel, Moxtoles”.
Y sí, a mi también me gustaría contaros como son las fiestas de Halloween aquí, pero oye, esto es lo que hay. Y si no, las dejas.
Y como imagen propia de lo que ha sido este Helloween aquí dejo la foto de dos dulces típicos de por aquí que le regaló a su novia mi compañero de piso(y que no compartiió conmigo):
…Y esta es la historia del primer bacalao de caramelo. (Premio para el primero que acierte esta referencia)
ACTUALIZACION:
¡Y damos paso a unos consejos publicitarios!
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Y aquí estaba yo, en la tierra que parió esta bonita tradición que tanto agradecen los guionistas de Hollywood a la hora de ambientar pelis de miedo. Aunque más que temer a algún psicópata enmascarado, yo estaba realmente asustado por unas de las criaturas más crueles del planeta. Seres que me hacen temblar de temor con solo oír su nombre. Y no, no hablo de zombies, ni de vampiros, ni brujas, ni del hombre del saco, ni del trío los panchos (Acebes, Zaplana y Aznar). Hablo de los niños.
Sí, niños, seres sin piedad que en la noche de brujas salen camuflados de seres más inocentes (como Drácula o Frankenstein) a extorsionar a la vecindad a cambio de caramelos y dulces. Y ahí estaba yo, solo en casa, mientras mi compañero (he descubierto que es de sangre brasileña y no india, como creía yo) jugaba un partido de fútbol. Antes de marcharse me advirtió de que abriese la puerta a los críos que viniesen a por caramelos al grito de “trick or treat”. Confieso que mi idea era encerrarme en mi habitación y que a los niños les diesen viento fresco, que el clima de Preston es de lo más apetecible en esta época del año. Pero mi compañero, que debió leer mi mente, me recomendó que abriese la puerta, porque si no, los niños tiraban huevos a la casa. Ahí, desarrollando el hooliganismo desde la más tierna infancia.
Pero en fin, no fue tan terrible. El recuento fue más o menos así
HARRY POTTER:
1 piruleta y el equivalente británico a un sugus
FREDDY KRUEGER:
2 caramelos
EL ASESINO DE SCREAM:
1 piruleta y el equivalente británico a un sugus
Antes de que me llaméis roñoso, aclaro que yo les ofrecía a los críos la bandeja de los dulces y ellos cogían lo que les daba la gana. Por mi como si me desvalijaban de chuches y se agarraban el empacho de su (aún corta) vida. Pero se ve que o no les gustaba nuestra selección de caramelos, o les vigilaban para que no se sobrasen (a Freddy Krueger le acompañaba su señora madre, por ejemplo).
A mi compañero de piso le sorprendió que sólo viniesen tres críos en toda la tarde, porque decía que estaba la calle llena de ellos. Supongo que mi disfraz de psicópata les asustó lo bastante como para que no se atreviesen a llamar a mi puerta. No hace falta que recuerde a Miércoles Adams y su acertado comentario de que “visten como todo el mundo”.
La verdad es que aquí se toman Halloween muy en serio. Las tiendas llevan mes y pico vendiendo disfraces y complementos “terroríficos”. Todos los pubs anunciaban fiestas especiales. Y la tele estaba llena de especiales. Me impactó un programa en el que llevaban a gente a una casa –supuestamente- encantada. Los pobres tipos encerrados en la casa las pasaban canutas experimentando “presencias extrañas” y viendo cosas. Y la gente mandaba SMS para decir lo que veían. Vamos, como con Salsa Rosa, pero diciendo “creo que hay la cara de un niño” en vez de “Yola eres una vorde de mierda. Antonio, tq. Rabel, Moxtoles”.
Y sí, a mi también me gustaría contaros como son las fiestas de Halloween aquí, pero oye, esto es lo que hay. Y si no, las dejas.
Y como imagen propia de lo que ha sido este Helloween aquí dejo la foto de dos dulces típicos de por aquí que le regaló a su novia mi compañero de piso(y que no compartiió conmigo):
…Y esta es la historia del primer bacalao de caramelo. (Premio para el primero que acierte esta referencia)
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sábado, octubre 14, 2006
Terror en el supermercado
A grandes rasgos, mi vida en "Proud Preston" sigue siendo aburrida. Muy aburrida, diría yo, pero en fin, no me puedo sorprender de esto. Al menos, durante la última semana he ido haciendo varios progresos. Me han puesto a trabajar en la sala de postgraduados del departamento, para que así pueda socializarme con otros doctorandos ingleses. De momento, sólo he conocido a tres compañeros: un cuarentón, que estudia algo sobre identidad local en Lancashire, una china que no habla -más autista que yo- que hace algo sobre Shakespeare y un rasta treintañero que está a punto de ser padre. Una buena representación del frikerío que compone el departamento de Humanidades de la UCLan. Estoy tan necesitado de socializarme que la semana que viene llevaré una caja de bombones por mi cumpleaños a la sala esta, a ver si alguien me hace algo de caso o lo que sea.
Por cierto, hoy ya he sufrido mi primera frustración culinaria por culpa de mi desconocimiento de los productos ingleses. Con toda la ilusión del mundo me había preparado yo unos macarrones con champiñones, ajito y cebolla que me estaban quedando de categoría. Para acabar de redondear la jugada, iba a echarle una lata de lo que yo esperaba que fuese tomate triturado. Lo esperaba porque en la lata ponía "Tomato pure" (o algo así, no voy a sacar la lata de la basura para confirmarlo, no tengo tanto amor por los datos precisos. Pero cuando veo el contenido del continente o lata, aquello era una pasta densa como el cemento. Esperé inutilmente que se diluyese, pero nada. En fin, revolviendo aquello con los macarrones quedó más o menos repartido. El principal problema estaba en otro sentido: en el gusto. Aquello estaba asqueroso. Era dulzón como cabello de ángel. Así que mis macarrones se han ido a tomar viento y he acabado tomando un sandwich de queso.
Pero como no todo es pena y dolor en la casa del pobre, ahí van un par de bonitas postales de Preston que me encuentro yendo de casa a la Universidad. Para que no os penséis que esto es todo feo y gris.
Sí, vale, se que no es gran cosa, pero es que el verde, a los que somos de secano, nos impresiona mucho. Por cierto, podéis ver que el río de Preston, el Ribble, no tiene nada que envidiarle al Manzanares
domingo, octubre 08, 2006
Acomodándome
Pues no. Al final el viernes nada salió como yo esperaba. Tenía pensado en dejar el hotel a las 10, dejar allí mi maleta hasta las 5 de la tarde o así, ver el piso que tenía que ver (por cumplir, más que nada) y después irme a ver el museo Harris ese y hacer tiempo hasta las 5. Pero mis planes se fueron al garete en cuanto los del hotel me dijeron que su política no les permitía guardar mi equipaje. Claro, los del aeropuerto les habrían informado de la peligrosa carga que transporto. Con lo que la consecuencia de esta particular política de Hoteles Travelodge es que aquí el nene tuvo que pasarse toda la mañana arrastrando la maleta por las calles de Preston. Y di que no pesa la maleta ni nada.
Y con la maleta a rastras, me fui a ver el piso de marras. Estaba en una zona residencial de Preston, cerca del estadio del "Preston North End", el equipo de futbol local. Y juro por mi colección de cd's, que nunca había visto tanta mora (bueno, musulmana) tapada hasta las cejas. Ni cuando estuve en Estámbul. Parecerá una gilipollez, pero a mi me chocó. Precisamente ese mismo día el ministro británico del interior hizo un "llamamiento a las mujeres musulmanas para que se quitaran el velo" y dejasen ver su cara para favorecer el acercamiento entre cultura. Casualidades de la vida. En fin, que llego al piso en cuestión y allí no me abre ni cristo. Llamo a la dueña del piso y me dice que iba a llamar a su madre, que vivía en la casa de al lado para que me enseñara ella el piso. Y en efecto, la madre (musulmana con velo) me enseñó la casa, menos el baño porque "estaba ocupado". Yo no se a vosotros, pero a mi todo esto me olía muy raro. Total, que salí por piernas. Al menos todo lo rápido que me permitía el peso de la puñetera maleta.
Así que después de sudar la gota gorda y blasfemar en Arameo durante dos horas y pico, llego a la Estación de Tren de Preston, donde había quedado con mi casero y compañero de piso y decido que de ahí no me mueve ni la guardia civil. Así que me apalanco en la cafetería y a verlas pasar, desde las 2 hasta las 5.
A las 5 llega mi casero con su hija (un torbellino hiperactivo de dos años) y me lleva en el coche hasta casa, donde me adobo al fin en mi habitación. Que por cierto, era la ex habitación de la cría. Al loro donde he ido a caer, que acorde con mi personalidad:
Y esto es lo que se ve desde mi ventana:
Como ya os habréis podido imaginar (o no) vivo en la típica casita unifamiliar anglosajona, con sus dos pisos, su jardincito, su vallita, y sus vecinos con pinta de ser psicópatas en potencia.
El fin de semana está siendo bastante aburrido, tanto, que hasta mañana hasta he ido a hacer footing. En fin: Preston es así.
Y con la maleta a rastras, me fui a ver el piso de marras. Estaba en una zona residencial de Preston, cerca del estadio del "Preston North End", el equipo de futbol local. Y juro por mi colección de cd's, que nunca había visto tanta mora (bueno, musulmana) tapada hasta las cejas. Ni cuando estuve en Estámbul. Parecerá una gilipollez, pero a mi me chocó. Precisamente ese mismo día el ministro británico del interior hizo un "llamamiento a las mujeres musulmanas para que se quitaran el velo" y dejasen ver su cara para favorecer el acercamiento entre cultura. Casualidades de la vida. En fin, que llego al piso en cuestión y allí no me abre ni cristo. Llamo a la dueña del piso y me dice que iba a llamar a su madre, que vivía en la casa de al lado para que me enseñara ella el piso. Y en efecto, la madre (musulmana con velo) me enseñó la casa, menos el baño porque "estaba ocupado". Yo no se a vosotros, pero a mi todo esto me olía muy raro. Total, que salí por piernas. Al menos todo lo rápido que me permitía el peso de la puñetera maleta.
Así que después de sudar la gota gorda y blasfemar en Arameo durante dos horas y pico, llego a la Estación de Tren de Preston, donde había quedado con mi casero y compañero de piso y decido que de ahí no me mueve ni la guardia civil. Así que me apalanco en la cafetería y a verlas pasar, desde las 2 hasta las 5.
A las 5 llega mi casero con su hija (un torbellino hiperactivo de dos años) y me lleva en el coche hasta casa, donde me adobo al fin en mi habitación. Que por cierto, era la ex habitación de la cría. Al loro donde he ido a caer, que acorde con mi personalidad:
Y esto es lo que se ve desde mi ventana:
Como ya os habréis podido imaginar (o no) vivo en la típica casita unifamiliar anglosajona, con sus dos pisos, su jardincito, su vallita, y sus vecinos con pinta de ser psicópatas en potencia.
El fin de semana está siendo bastante aburrido, tanto, que hasta mañana hasta he ido a hacer footing. En fin: Preston es así.
sábado, octubre 07, 2006
Sábado, 30 de septiembre de 2006: Los callos, ¿arma biológica?
La intensidad con la que me cachearon al pasar la barrera de seguridad en Barajas ya era señal de que me esperaba un viaje surrealista. En mi línea, vamos. Me subo al avión y, segunda sorpresa, ¡me toca al lado de la salida de emergencia! Como el avión es más bien un cacharro con alas, la azafata me indica cómo se abre esa salida de emergencia, ya que en caso de desastre, me tocaría a mí abrir la puerta. Apañados íbamos si nos la dábamos contra algún peñasco. Después de unas 3 horitas de viaje, Manchester nos ofrece su cálido abrazo. Recojo mi maleta, preocupado por si la botella de Jerez que le traigo a mi tutor se ha roto o no, y veo, con alegría, que en la misma sala de recogida de equipajes hay una máquina que vende los billetes para mi destino final: Preston, ese paraíso terrenal en el Norte de Inglaterra. Apenas acabo de sacar mi billetito, orgulloso de mi autosuficiencia, me pregunta un amable policía que si venía de Madrid. Le respondo que “yes” y me pide que le acompañe. Intento poner cara de póker, pero pongo esa cara de acojone que tan bien se me da. El poli me acompaña y me dice que me tranquilice, que no pasa nada. ¿Por qué cuando un policía nos dice que nos tranquilicemos nos ponemos más nerviosos? Y allí estaba yo, en el cuartito de la policía del aeropuerto de Manchester, con un policía calzándose unos guantes de látex y mi maleta a punto de ser mancillada, humillada, violada al fin y al cabo. Cuando el señor policía acaba de ponerse los guantes me pregunta si he hecho yo sólo la maleta (“yes”, volví a responder, con cierto orgullo). Después me pregunta que si he aceptado algo de desconocidos (“no”, respondí bastante confundido). Acto seguido, me pregunta que si se que es ilegal introducir armas de fuego y drogas en un país extranjero. Ahí es cuando ya me cago patas abajo. Pero bueno, mantengo el tipo y le digo que “yes”. Ya extrañado le digo que lo único extraño que llevo es “a bottle of Sherry”. Me sonríe, abre mi maleta y mi equipaje queda al descubierto. Entre camisetas, un paraguas, ropa interior y las docenas de latas que mi amantísimo padre me regaló para que no pasase hambre, el policía se dirige raudo a por ¿mis vaqueros? Los coje, los levanta, los mira por detrás y por delante… Y acto seguido, coge una lata de callos y me pregunta ¿qué es esto? Entre los nervios (que ya eran acojone de tercer grado) y mi soltura, lo único que fui capaz de responder fue “ternera”. Me mira. Le miro. Silencio. Y añado, por decir algo: “I have got a lot of foot there, is it bad?” (Tengo mucha comida ahí, ¿es malo?) Me responde que no, mira un par de cosas más, cierra y me deja irme tranquilamente.
Y ahí iba yo, arrastrando mi lata de callos rodeada de calzoncillos y maleta por el aeropuerto de Manchester en busca del tren expreso a Preston, que finalmente pude encontrar. Sentado en mi asiento, jugando a la PSP (Gracias, Salva) y pendiente de mi equipaje, llega el revisor. Le doy mi billete y el me dice algo que mi inglés no es capaz de procesar. A la tercera vez que le pregunto qué me está contando, consigo entender que eso no era un billete, sino el recibo de pago con la tarjeta de crédito. Otra vez pongo cara de haba, y decido hacerme el guiri tonto. O al menos, me consuelo a mí mismo diciéndome que “me lo voy a hacer”. Le digo que es lo único que me dio la máquina del aeropuerto y él me pregunta que a donde voy. Yo le digo que a Preston, orgullo de Britania y Europa, y él se me queda mirando con carica de pena y concluye: “all right”. Se ve que pensará el pobre que bastante castigo tengo ya con mi exilio.
Mi primer día “british” se cierra con otra experiencia cien por cien británica: el taxista pakistaní que me llevó a mi hotel. Por supuesto, cumpliendo ese contrato no escrito entre guiri y taxista que obliga a todo taxista a dar un rodeo más o menos generoso por la ciudad antes de llevar al guiri a su destino. Cuatro libras esterlinas más tarde, ya estaba en la puerta del hotel, pero tuve que esperar, porque el avispado taxista se quería quedar con la vuelta y yo seré guiri y tonto, pero no tanto.
¡Asombraos ante el magnífico panorama que ofrece el horizonte de Preston!
Domingo, 1 de octubre de 2006: What a lively town!
Mis objetivos para hoy eran sencillitos: comprarme un movil con un operador británico, consultar mi correo electrónico para ver cuando quería quedar conmigo mi tutor de la University of Central Lancashire (UCLAN) (y subir este blog, pero ese era objetivo secundario), buscar una oficina de información turística para ver qué hay digno de ver en Preston y buscar alguna tienda abierta en domingo donde comprar alguna de esas cosas que se te olvidan meter en la maleta. Justo esto, que era lo que menos prisa me corría, es lo único que he conseguido. Por cierto ¿soy el único al que le parece ridículo que una oficina de información turística cierre los domingos?
Conclusión: los domingos en Preston, octava maravilla del mundo, son un coñazo. Y yo aún diría más: un auténtico coñazo. Parece ser que aquí, los domingos, sólo trabajan los pringaos de las grandes franquicias de comercio y hosteleria. Que por cierto, no son pocos. El centro de Preston está abarrotado de cafeterías tipo Starbucks, de grandes tiendas de moda (ahora que caigo, no he visto ningún Zara, qué raro), de música y video y de centros comerciales. En un solo día me he encontrado con tres. Y dos de ellos, estaban en obras. Y otro, cerrado.
Y precisamente el que estaba cerrado es el único que tenía un puñetero Cybercafé. La otra opción era ir a un Starbucks, que aquí en Gran Bretaña, es bastante corriente que tengan Wi-Fi gratis. O eso tenía entendido yo. Porque se ve que o estaba equivocado, o el maligno dueño de los Starbucks ha decidido marginar a Preston. Y no, en el hotel tampoco me ofrecían ningún tipo de conexión a Internet. Ni siquiera, a precios escandalosos. Así que mañana por la mañana, a primera hora iré al primer cyber café, que me pilla más cerca y comprobaré mi correo, para ver cuando quiere verme el ínclito John Walton (mi “tutor”).
Martes, 3 de octubre de 2006
Hoy ha sido el único día por el momento en Preston en el que tengo la sensación de haber hecho algo productivo. Ya he concertado 2 citas para ver supuestos hogares, y ya tengo mi tarjeta para la biblioteca de la UCLAN (con una foto en la que salgo jodidamente horrible, madre mía). Puede parecer poco, pero después de la bazofia de día de ayer, a mi me parecen dos logros enormes.
Ayer fue mi primer contacto con la UCLAN. Yo pensaba que el caos y el desorden burocrático eran patrimonio exclusivo de la UCM, pero he comprobado que no. Ayer estuve dando vueltas sin parar por los edificios de la UCLAN, sin que nadie me dijese nada concreto sobre qué hacer para conseguir algo tan aparentemente sencillo como que el servicio de alojamiento de estudiantes me diese un par de números de teléfono de gente dispuesta a alquilarme una habitación. Pues no hubo manera. Como no estoy matriculado en la UCLAN, nadie podía asegurar que yo no era un quinqui que quería encontrar piso por la cara. Y eso que la solicitud de que me matriculasen ¡partía del propio departamento con el que voy a estar trabajando! Ridículo. Eso sí, nadie sabía qué hacer conmigo, pero todos me atendían con una sonrisa y me ayudaban para guiarme de un lado a otro. Me temo que en la UCM me hubiesen dado una patada y a correr.
En fin, hoy todo ha sido bastante más distinto. Y sobre todo, gracias a la inefable ayuda de John Walton, que se ha ganado a pulso su botella de Jerez. Hay que ver, como cambia todo con una simple carta firmada y sellada y con un par de llamadas telefónicas. Tanto, que hoy en apenas una hora y cuarto he resuelto todo lo que ayer fui incapaz de solucionar. Para celebrarlo, Walton me ha llevado a introducirme en el fantástico mundo de los pubs ingleses. Allí he probado la típica cerveza inglesa, tibia y bastante más amarga que las cervezas españolas. Y también ha compartido conmigo su sabiduría culinaria, recomendándome un queso típico de Lancashire. Que por cierto, está de cojones y alegra mi dieta, basada hasta hoy en pescado en conserva y manzanas. Un gran tipo este Walton.
Mañana tengo una cita para ver una habitación que se alquila. Con que sea algo medianamente decente, me lo agencio. Que el hotel está muy bien, pero es una sangrada impresionante. Y mi bolsillo me empieza a pedir cierto control del gasto.
Hablando del hotel, dentro del anecdotario estúpido. Esta tarde ha empezado a sonar una alarma mientras me echaba la siesta que me ha puesto taquicárdico. No sabía muy bien si era un simulacro de incendio, un incendio, o un ataque aéreo. Justo cuando estaba dispuesto para salir y bajar al hall del hotel, ha parado y me he quedado unos cuantos minutos en la puerta sin saber si bajar, subir, sacar el extintor, o llamar a Superman.
Jueves, 5 de octubre de 2006. (Hard rock) ¡Aleluya!
¡Al fin! Al fin he encontrado donde vivir. Está a tomar por culo de la Universidad, pero me da igual, que ya me veía peleándome con los homeless del lugar por un puente más o menos acogedor. Porque hasta ahora todo el mundo me decía que preferían alquilar la habitación por al menos 9 meses. Claro, y al españolito que ha ido sólo para 3 meses que le den… Sniff. Pero hoy alguien se ha apiadado de mí: un londinense con toda la pinta de tener genes del sudeste asiático. Había quedado esta tarde con él, y para no dejar de hacer las cosas al estilo Segado, me he perdido por el camino. Y encima, estaba cayendo la de Dios es Cristo. Vamos, el clima habitual de Preston, tan apacible como siempre. Y yo, empapado, en medio de la nada (bueno, había muchos árboles) llamo al buen hombre para informarle de que iba a llegar un poco tarde, quince minutos como mucho. Me pregunta donde estoy, le indico más o menos y dice que estoy a bastante más de 15 minutos. Para mi sorpresa me pregunta cómo voy vestido y me dice que viene a buscarme en coche. Que tío más majo, oye. Nada más que por esta buena acción, ya se ha ganado que le alquilase la habitación. Por eso, y porque yo ya estaba al borde de la desesperación, que justo esta noche es la última noche que tenía pagada del hotel, digámoslo todo. De hecho, esta mañana estaba tan deprimido y agobiado, que me no he podido resistir la oferta de un pub, que me ofrecía un desayuno tradicional inglés por tan solo 1,95 libras (unos 3 euros, vamos). Así que he entrado y he aliviado mis penas zampándome un huevo frito, una salchicha (joder como picaba la muy cabrona, llevaba especias para parar un tren), unas lonchas de beicon (gordas como ellas solas), unas judías con salsa de tomate y un tomate y un champiñón. Yo también me pregunto a quién intentaban engañar con el tomate y el champiñón: aquello era una fuente de grasa que no se la salta un gitano. En fin, mañana iré a visitar otro piso, nada más que para cumplir y decir “ya os llamaré” (cuesta unos 600 euros al mes), deambularé un poco por el centro de Preston, quizá me anime a una sugerencia de John Walton y vea el museo Harris, una de las joyas de la ciudad. Y por la tarde me mudaré a mi nuevo hogar, dulce hogar.
En otro orden de cosas, hoy en el supermercado he topado con una pieza de periodismo incalculable: la revista "Real life" (o algo así), con titulares tan prometedores como "Despedida por ser demasiado sexy!", "Sin pechos pero con orgullo. Sandy nos enseña sus cicatrices!" o "Vendí mis huevos para comprarle un regalo a mi hijo". Lástima que no comprase un ejemplar, mecachis.
La intensidad con la que me cachearon al pasar la barrera de seguridad en Barajas ya era señal de que me esperaba un viaje surrealista. En mi línea, vamos. Me subo al avión y, segunda sorpresa, ¡me toca al lado de la salida de emergencia! Como el avión es más bien un cacharro con alas, la azafata me indica cómo se abre esa salida de emergencia, ya que en caso de desastre, me tocaría a mí abrir la puerta. Apañados íbamos si nos la dábamos contra algún peñasco. Después de unas 3 horitas de viaje, Manchester nos ofrece su cálido abrazo. Recojo mi maleta, preocupado por si la botella de Jerez que le traigo a mi tutor se ha roto o no, y veo, con alegría, que en la misma sala de recogida de equipajes hay una máquina que vende los billetes para mi destino final: Preston, ese paraíso terrenal en el Norte de Inglaterra. Apenas acabo de sacar mi billetito, orgulloso de mi autosuficiencia, me pregunta un amable policía que si venía de Madrid. Le respondo que “yes” y me pide que le acompañe. Intento poner cara de póker, pero pongo esa cara de acojone que tan bien se me da. El poli me acompaña y me dice que me tranquilice, que no pasa nada. ¿Por qué cuando un policía nos dice que nos tranquilicemos nos ponemos más nerviosos? Y allí estaba yo, en el cuartito de la policía del aeropuerto de Manchester, con un policía calzándose unos guantes de látex y mi maleta a punto de ser mancillada, humillada, violada al fin y al cabo. Cuando el señor policía acaba de ponerse los guantes me pregunta si he hecho yo sólo la maleta (“yes”, volví a responder, con cierto orgullo). Después me pregunta que si he aceptado algo de desconocidos (“no”, respondí bastante confundido). Acto seguido, me pregunta que si se que es ilegal introducir armas de fuego y drogas en un país extranjero. Ahí es cuando ya me cago patas abajo. Pero bueno, mantengo el tipo y le digo que “yes”. Ya extrañado le digo que lo único extraño que llevo es “a bottle of Sherry”. Me sonríe, abre mi maleta y mi equipaje queda al descubierto. Entre camisetas, un paraguas, ropa interior y las docenas de latas que mi amantísimo padre me regaló para que no pasase hambre, el policía se dirige raudo a por ¿mis vaqueros? Los coje, los levanta, los mira por detrás y por delante… Y acto seguido, coge una lata de callos y me pregunta ¿qué es esto? Entre los nervios (que ya eran acojone de tercer grado) y mi soltura, lo único que fui capaz de responder fue “ternera”. Me mira. Le miro. Silencio. Y añado, por decir algo: “I have got a lot of foot there, is it bad?” (Tengo mucha comida ahí, ¿es malo?) Me responde que no, mira un par de cosas más, cierra y me deja irme tranquilamente.
Y ahí iba yo, arrastrando mi lata de callos rodeada de calzoncillos y maleta por el aeropuerto de Manchester en busca del tren expreso a Preston, que finalmente pude encontrar. Sentado en mi asiento, jugando a la PSP (Gracias, Salva) y pendiente de mi equipaje, llega el revisor. Le doy mi billete y el me dice algo que mi inglés no es capaz de procesar. A la tercera vez que le pregunto qué me está contando, consigo entender que eso no era un billete, sino el recibo de pago con la tarjeta de crédito. Otra vez pongo cara de haba, y decido hacerme el guiri tonto. O al menos, me consuelo a mí mismo diciéndome que “me lo voy a hacer”. Le digo que es lo único que me dio la máquina del aeropuerto y él me pregunta que a donde voy. Yo le digo que a Preston, orgullo de Britania y Europa, y él se me queda mirando con carica de pena y concluye: “all right”. Se ve que pensará el pobre que bastante castigo tengo ya con mi exilio.
Mi primer día “british” se cierra con otra experiencia cien por cien británica: el taxista pakistaní que me llevó a mi hotel. Por supuesto, cumpliendo ese contrato no escrito entre guiri y taxista que obliga a todo taxista a dar un rodeo más o menos generoso por la ciudad antes de llevar al guiri a su destino. Cuatro libras esterlinas más tarde, ya estaba en la puerta del hotel, pero tuve que esperar, porque el avispado taxista se quería quedar con la vuelta y yo seré guiri y tonto, pero no tanto.
¡Asombraos ante el magnífico panorama que ofrece el horizonte de Preston!
Domingo, 1 de octubre de 2006: What a lively town!
Mis objetivos para hoy eran sencillitos: comprarme un movil con un operador británico, consultar mi correo electrónico para ver cuando quería quedar conmigo mi tutor de la University of Central Lancashire (UCLAN) (y subir este blog, pero ese era objetivo secundario), buscar una oficina de información turística para ver qué hay digno de ver en Preston y buscar alguna tienda abierta en domingo donde comprar alguna de esas cosas que se te olvidan meter en la maleta. Justo esto, que era lo que menos prisa me corría, es lo único que he conseguido. Por cierto ¿soy el único al que le parece ridículo que una oficina de información turística cierre los domingos?
Conclusión: los domingos en Preston, octava maravilla del mundo, son un coñazo. Y yo aún diría más: un auténtico coñazo. Parece ser que aquí, los domingos, sólo trabajan los pringaos de las grandes franquicias de comercio y hosteleria. Que por cierto, no son pocos. El centro de Preston está abarrotado de cafeterías tipo Starbucks, de grandes tiendas de moda (ahora que caigo, no he visto ningún Zara, qué raro), de música y video y de centros comerciales. En un solo día me he encontrado con tres. Y dos de ellos, estaban en obras. Y otro, cerrado.
Y precisamente el que estaba cerrado es el único que tenía un puñetero Cybercafé. La otra opción era ir a un Starbucks, que aquí en Gran Bretaña, es bastante corriente que tengan Wi-Fi gratis. O eso tenía entendido yo. Porque se ve que o estaba equivocado, o el maligno dueño de los Starbucks ha decidido marginar a Preston. Y no, en el hotel tampoco me ofrecían ningún tipo de conexión a Internet. Ni siquiera, a precios escandalosos. Así que mañana por la mañana, a primera hora iré al primer cyber café, que me pilla más cerca y comprobaré mi correo, para ver cuando quiere verme el ínclito John Walton (mi “tutor”).
Martes, 3 de octubre de 2006
Hoy ha sido el único día por el momento en Preston en el que tengo la sensación de haber hecho algo productivo. Ya he concertado 2 citas para ver supuestos hogares, y ya tengo mi tarjeta para la biblioteca de la UCLAN (con una foto en la que salgo jodidamente horrible, madre mía). Puede parecer poco, pero después de la bazofia de día de ayer, a mi me parecen dos logros enormes.
Ayer fue mi primer contacto con la UCLAN. Yo pensaba que el caos y el desorden burocrático eran patrimonio exclusivo de la UCM, pero he comprobado que no. Ayer estuve dando vueltas sin parar por los edificios de la UCLAN, sin que nadie me dijese nada concreto sobre qué hacer para conseguir algo tan aparentemente sencillo como que el servicio de alojamiento de estudiantes me diese un par de números de teléfono de gente dispuesta a alquilarme una habitación. Pues no hubo manera. Como no estoy matriculado en la UCLAN, nadie podía asegurar que yo no era un quinqui que quería encontrar piso por la cara. Y eso que la solicitud de que me matriculasen ¡partía del propio departamento con el que voy a estar trabajando! Ridículo. Eso sí, nadie sabía qué hacer conmigo, pero todos me atendían con una sonrisa y me ayudaban para guiarme de un lado a otro. Me temo que en la UCM me hubiesen dado una patada y a correr.
En fin, hoy todo ha sido bastante más distinto. Y sobre todo, gracias a la inefable ayuda de John Walton, que se ha ganado a pulso su botella de Jerez. Hay que ver, como cambia todo con una simple carta firmada y sellada y con un par de llamadas telefónicas. Tanto, que hoy en apenas una hora y cuarto he resuelto todo lo que ayer fui incapaz de solucionar. Para celebrarlo, Walton me ha llevado a introducirme en el fantástico mundo de los pubs ingleses. Allí he probado la típica cerveza inglesa, tibia y bastante más amarga que las cervezas españolas. Y también ha compartido conmigo su sabiduría culinaria, recomendándome un queso típico de Lancashire. Que por cierto, está de cojones y alegra mi dieta, basada hasta hoy en pescado en conserva y manzanas. Un gran tipo este Walton.
Mañana tengo una cita para ver una habitación que se alquila. Con que sea algo medianamente decente, me lo agencio. Que el hotel está muy bien, pero es una sangrada impresionante. Y mi bolsillo me empieza a pedir cierto control del gasto.
Hablando del hotel, dentro del anecdotario estúpido. Esta tarde ha empezado a sonar una alarma mientras me echaba la siesta que me ha puesto taquicárdico. No sabía muy bien si era un simulacro de incendio, un incendio, o un ataque aéreo. Justo cuando estaba dispuesto para salir y bajar al hall del hotel, ha parado y me he quedado unos cuantos minutos en la puerta sin saber si bajar, subir, sacar el extintor, o llamar a Superman.
Jueves, 5 de octubre de 2006. (Hard rock) ¡Aleluya!
¡Al fin! Al fin he encontrado donde vivir. Está a tomar por culo de la Universidad, pero me da igual, que ya me veía peleándome con los homeless del lugar por un puente más o menos acogedor. Porque hasta ahora todo el mundo me decía que preferían alquilar la habitación por al menos 9 meses. Claro, y al españolito que ha ido sólo para 3 meses que le den… Sniff. Pero hoy alguien se ha apiadado de mí: un londinense con toda la pinta de tener genes del sudeste asiático. Había quedado esta tarde con él, y para no dejar de hacer las cosas al estilo Segado, me he perdido por el camino. Y encima, estaba cayendo la de Dios es Cristo. Vamos, el clima habitual de Preston, tan apacible como siempre. Y yo, empapado, en medio de la nada (bueno, había muchos árboles) llamo al buen hombre para informarle de que iba a llegar un poco tarde, quince minutos como mucho. Me pregunta donde estoy, le indico más o menos y dice que estoy a bastante más de 15 minutos. Para mi sorpresa me pregunta cómo voy vestido y me dice que viene a buscarme en coche. Que tío más majo, oye. Nada más que por esta buena acción, ya se ha ganado que le alquilase la habitación. Por eso, y porque yo ya estaba al borde de la desesperación, que justo esta noche es la última noche que tenía pagada del hotel, digámoslo todo. De hecho, esta mañana estaba tan deprimido y agobiado, que me no he podido resistir la oferta de un pub, que me ofrecía un desayuno tradicional inglés por tan solo 1,95 libras (unos 3 euros, vamos). Así que he entrado y he aliviado mis penas zampándome un huevo frito, una salchicha (joder como picaba la muy cabrona, llevaba especias para parar un tren), unas lonchas de beicon (gordas como ellas solas), unas judías con salsa de tomate y un tomate y un champiñón. Yo también me pregunto a quién intentaban engañar con el tomate y el champiñón: aquello era una fuente de grasa que no se la salta un gitano. En fin, mañana iré a visitar otro piso, nada más que para cumplir y decir “ya os llamaré” (cuesta unos 600 euros al mes), deambularé un poco por el centro de Preston, quizá me anime a una sugerencia de John Walton y vea el museo Harris, una de las joyas de la ciudad. Y por la tarde me mudaré a mi nuevo hogar, dulce hogar.
En otro orden de cosas, hoy en el supermercado he topado con una pieza de periodismo incalculable: la revista "Real life" (o algo así), con titulares tan prometedores como "Despedida por ser demasiado sexy!", "Sin pechos pero con orgullo. Sandy nos enseña sus cicatrices!" o "Vendí mis huevos para comprarle un regalo a mi hijo". Lástima que no comprase un ejemplar, mecachis.